La genética forense fue clave en todo el proceso de verdad y justicia argentino, desde que las Abuelas de Plaza de Mayo insistieron para que se desarrollara un método que sirviera para identificar a nietos y nietas, el llamado índice de abuelidad. A partir de 1992, el análisis de ADN se utiliza para identificar los restos de las y los desaparecidos encontrados en cementerios y fosas de todo el país. Estas identificaciones permiten la restitución de los cuerpos a sus familiares y también son prueba central en los juicios por los crímenes que se realizan en todo el país. En algunas ocasiones se cruzan los dos usos de la genética forense: el hijo que Liliana Pereyra tuvo en la ESMA en 1978 recuperó su identidad en 2008.
Otras especialidades científicas también son importantes en los procesos penales. Por ejemplo, la física forense tuvo un papel relevante en la reconstrucción de la Masacre de Trelew.