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El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas argentinas dieron un golpe de Estado e instauraron un sistema de represión política ilegal y clandestino en todo el territorio nacional.

Su antecedente inmediato fue el Operativo Independencia, ordenado a principios de 1975 por el gobierno constitucional en la provincia de Tucumán, en el norte del país, que fue el epicentro de la política de detención clandestina, tortura y desaparición forzada que luego se implementaría en todo el país.

Para poner en práctica la represión, la Junta Militar –integrada por el Ejército, la Armada y la Marina– dividió el país en cinco zonas, que estuvieron a cargo de diferentes unidades del Ejército. La Secretaría de Inteligencia del Estado y las dependencias de inteligencia militares y policiales tuvieron un rol clave en la persecución. La columna vertebral del sistema fueron los centros clandestinos de detención: 814 lugares de privación de la libertad ubicados en predios militares y policiales, y en otras dependencias. Allí fueron llevadas miles de personas secuestradas por las Fuerzas Armadas y policiales; muy pocas sobrevivieron, la mayor parte fueron asesinadas. Se estima que 30 mil militantes políticos, dirigentes sindicales, estudiantes, obreros, periodistas, integrantes de organizaciones armadas y/o de base fueron víctimas de la represión.

En los centros clandestinos se sometió a las y los secuestrados a regímenes de aislamiento y tortura persistente, como forma de castigo y de extracción de información. Las mujeres fueron, además, víctimas de violencia sexual. En algunos de estos centros funcionaron maternidades clandestinas: muchos de los niños y niñas nacidos en cautiverio fueron secuestrados, entregados a otros grupos familiares e inscriptos con identidades falsas. La búsqueda de estas personas hoy adultas, que fueron víctimas de apropiación, continúa. 

La Junta Militar determinó que los cuerpos de las personas asesinadas no debían ser entregados a las familias, e instauró la desaparición como rasgo central del sistema represivo. Para la disposición final de las víctimas se utilizaron diferentes métodos: fueron arrojadas al Río de la Plata desde aviones –en los vuelos de la muerte–; fueron enterradas en fosas clandestinas; fueron abandonadas en terrenos descampados o en las calles luego de fraguar enfrentamientos armados. En muchos casos, los cuerpos fueron recogidos por las fuerzas policiales y enterrados como N.N en cementerios de todo el país. Además, en muchos casos los bienes materiales de las personas secuestradas fueron apropiados por la estructura represiva.

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