Etapa de impunidad
La respuesta militar no se hizo esperar, y algunos mandos medios organizaron levantamientos en cuarteles militares. Como resultado, el gobierno promovió la sanción de la Ley de Punto Final que estableció un límite de sesenta días para citar a los acusados. La acción rápida de los operadores de justicia, que citaron a todos los denunciados en tiempo récord, desarmó la pretensión del gobierno de garantizar un alto grado de impunidad.
La Ley de Obediencia Debida, que fue respuesta a nuevas presiones militares, clausuró los juicios al establecer que los imputados habían actuado bajo coerción, en virtud de órdenes superiores que no podían desobedecer. Esta presunción no podía ser revisada por los jueces. Algunos actores judiciales rechazaron aplicar la Ley de Obediencia Debida hasta que en junio de 1987 la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo que era constitucional. La lucha se dio también en las calles, donde se realizaron manifestaciones multitudinarias reclamando su derogación. Entre 1989 y 1990 los indultos decretados por el presidente Carlos Menem para los comandantes condenados en el Juicio a las Juntas y otros acusados completaron el escenario de impunidad.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) había tenido un rol importante en 1979, en plena dictadura, cuando realizó una visita a la Argentina que documentó las violaciones. Al consolidarse un escenario local de impunidad, comenzó a recibir numerosas peticiones que denunciaban que la vía de la justicia había sido cerrada. En 1992, la CIDH emitió un informe de fondo (28/92) sosteniendo que las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos a los militares eran contrarios a la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
En este contexto, las organizaciones de derechos humanos implementaron dos estrategias: insistir en la averiguación de la verdad y la búsqueda de los desaparecidos, e intentar el juzgamiento en tribunales de otros países.
La primera estrategia, iniciada por los organismos de derechos humanos a partir de 1995, dio origen a los Juicios por la Verdad, procesos de justicia que no perseguían el castigo penal sino la investigación de los hechos, la determinación de responsabilidades y la búsqueda de las y los desaparecidos. En el año 2000, el Estado argentino reconoció, en el marco de una solución amistosa ante la CIDH, el derecho de las y los familiares a conocer la verdad de lo sucedido con las personas desaparecidas. Así, se desarrollaron juicios en todo el país y el Estado argentino también se comprometió con la Iniciativa Latinoamericana de Identificación de Personas Desaparecidas. Años más tarde, Naciones Unidas reconoció este derecho como una obligación de los Estados frente a violaciones graves a los derechos humanos. Las y los jueces volvieron a escuchar testimonios sobre torturas, asesinatos y desapariciones, lo que llevó nuevamente a los crímenes de la dictadura a las primeras planas y conmovió a la sociedad.
La segunda estrategia consistió en la persecución penal de los responsables de crímenes cometidos contra víctimas de nacionalidad extranjera o en aplicación del principio de jurisdicción universal, que permite juzgar ciertos crímenes internacionales en cualquier país. Se iniciaron juicios en Suecia, Países Bajos, Alemania, Francia, Italia y España, y se emitieron órdenes de detención internacionales contra militares en Argentina, lo que ejerció una fuerte presión sobre el poder judicial y las autoridades del país.
Los casos de robos de bebés no habían sido incluidos en las leyes de impunidad y fueron juzgados, a medida que sucedía el hallazgo e identificación de niñas y niños impulsado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Hacia fines de los años noventa, además de perseguir a los autores directos de las apropiaciones, se reclamó al poder judicial que investigara a los integrantes de las juntas militares por implementar un plan sistemático para sustraer a hijas e hijos de las personas desaparecidas y entregarlos a otras familias, sustituyendo su identidad. Figuras clave como Jorge Rafael Videla y Emilio Massera fueron detenidos y años después, condenados.
Lo acumulado en estos procesos generó un escenario propicio para una nueva etapa de justicia.
testimonios orales